domingo, 16 de octubre de 2011

Una piraña: el mejor regalo para nuestros hijos




Siempre se creyó que las pirañas y los diputados son especies peligrosas y voraces, capaces de
comerse en un segundo cualquier parte del cuerpo humano que se ponga en contacto con ellas.
La verdad es que el peligro que representa –por lo menos la primera de las especies citadas–
ha sido desproporcionadamente exagerado.
El mito se popularizó durante los años de Theodore Rossevelt, cuando el entonces presidente
de la Madre Patria volvió de un viaje a Sudamérica contando decenas de historias truculentas
sobre las dulces pirañitas. Historias que, en realidad, eran falsas.
Nuestras amigas las pirañitas viven especialmente en el Amazonas y, a pesar de su mala fama,
no existe ningún caso de seres humanos atacados, muertos o consumidos hasta chuparse los
huesos por pirañas hambrientas. Es cierto que las pirañas tienen dientes que se parecen a una
hoja de afeitar (como una prestobarba pero sin el mango de plástico azul) y también
mandíbulas potentes, pero en general muerden para defenderse cuando se las saca de su
hábitat o se las insulta sin pruebas.
Los nativos del Amazonas nadan con frecuencia en aguas plagadas de pirañas y no andan por
ahí sin piernas en un carrito con rulemanes. Harold Schultz, un explorador citado por J. Allen
Varasdi en Myht Information, vivió en el Amazonas durante veinticinco años y sólo en siete
oportunidades tuvo contacto con gente que fue mordida por una piraña, por lo que nunca
descartó que se tratara de rencillas personales.

autor: Jorge Lanata




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